Esta entrada es perteneciente al tomo uno de re-edición de Magic Knight Rayearth de Editorial Norma. Ahora que empecé (por fin) a leer MKR, me pareció interesante la opinión de Kaji Kengo, quien escribió lo siguiente (y fue traducido por Norma Editorial) (está todo igual, no cambiaré nada)
"Existe una cosa que se llama destino.
Algunos nos los esperamos, otros no. A veces esperamos que intervenga pero no interviene. Tal vez sea simplemente la voluntad divina, un concepto que escapa por completo al entendimiento humano pero reparte la baraja de la providencia de forma aleatoria. No es frecuente que a uno le toque una mano con todas las cartas buenas. Es más, la posibilidad de que te toque una mano insuperable es de una entre mil, o mejor dicho, entre millones. Sería lo que comúnmente denominamos "milagro", aunque a mí no me convence llamarlo así. Prefiero referirme a eso como "inevitable": lo establecido de antemano por la providencia divina. Eso es precisamente lo que ocurre con CLAMP.
Tengo la suerte de mantener con las cuatro dibujantes una relación de amistad, aunque para mí es más una relación maestro-pupilo en la que obviamente soy el alumno que no está a la altura de su mentor; de ahí que me hayan pedido esta colaboración para hablar de su obra. Y eso es lo más parecido a un milagro que me podía pasar.
A grandes rasgos, su obra se compone de: talento para crear historietas, pasión por la historieta, narrar sueños, amor por la historieta, sacrificio por la historieta y fe por la historieta. En cualquiera de estos conceptos clave del mundo del manga, no estoy a la altura de CLAMP ni por asomo, evidentemente.
Talento, pasión, sueños, amor, sacrificio, fe.
A CLAMP no le falta ese potencial. Se podría decir que tienen recursos inagotables, por no hablar de ese poder de concentración que, sumado al completo dominio de la técnica, logra que el genio del dibujo que llevan dentro quede plasmado en cada página. Y así una vez al mes, una vez por semana, sin bajar el voltaje por un instante. No somos conscientes de todo lo que hay detrás de esas obras de CLAMP que llegan a nuestras manos. Pero encierran mucho más de lo que parece.
Si bien es cierto que el proceso de edición de un manga recae en los ayudantes y en el sistema de producción establecido por un editor, el núcleo de la creación es cosa de un mangaka (y en algunos casos, de un guionista). Aunque por su ejecución sea un trabajo de equipo, en el fondo se queda en un proyecto individual. Pero con CLAMP no es así. Las cuatro integrantes del grupo definen todo el proyecto: no hay equipo, no hay producción. Son cuatro artistas que funcionan como uno solo. Cuatro igual a uno (Podría hacer un símil con un superrobot de cuatro elementos que se fusionan, aunque no sería del todo acertado)
Como iba diciendo, cuando hay mucha gente implicada en un proceso creativo, suele haber una que asume el rol central. En el cine, por ejemplo, puede ser el productor o el director. En el caso de CLAMP, el núcleo activo de la obra son ellas cuatro. Es abrumador. Cuando el núcleo es solo una persona, dirige a un equipo y suele ocurrir que a lo largo del proceso haya que dar algún paso atrás y desandar lo andado si, por ejemplo, el guionista no se pone de acuerdo con el director. Y aunque lo esté, la película acabada no queda impecable. En el manga, puede ocurrir que un proyecto se deba cerrar a las bravas, aun estando inacabado, debido a algún conflicto entre guionista y dibujante. Pero pese a los numerosos ejemplos como este que podríamos encontrar en el mundo del manga, las cuatro integrantes de CLAMP, que constituyen el núcleo único de todos sus proyectos, no tropiezan.
Y otra cosa más. Se dice en todo el mundo que a los japoneses no se nos da bien el sector del entretenimiento. En consecuencia, se presenta un productor que paga sumas millonarias a una compañía y hacen una película de Hollywood inspirada en un manga ¿Por qué ese procedimiento?
Sin duda habrá miles de argumentos, pero sea cual sea el razonamiento, a mí lo que me parece es que no es profesional. Y eso tiene un límite. A fuerza de recurrir a ese sistema, la compañía colaboradora se toma el proyecto a broma. Sin embargo, aunque así sea, aun sabiendo que les están explotando y que les toman el pelo, el equipo creativo se conforma y trata de que el proyecto salga adelante sin conflictos. No luchan por su obra. Y, con la excusa de que es arte y no un negocio, los peces gordos exprimen hasta la última gota del producto.
A un profesional no le pasaría algo así. El profesional debe estar orgulloso de su obra y no dejar que le afecte lo que digan de ella. Debe amar su obra y defenderla a capa y espada. Y con esa confianza en su obra, solo prestará atención a lo que digan los lectores o los espectadores. En ese sentido, CLAMP son verdaderas profesionales. Tanto sus personajes como el trasfondo de las historias que nos cuentan están pensados para entretener y conmover a su público: el único objetivo por lo que se esforzarán, se apresurarán y cavilarán. En esa línea irán avanzando con paso firme. Solo hay que leer este volumen viñeta por viñeta para comprender que es cierto.
El caso es que este proceso creativo no solo se aplica al manga. Con idéntica base se desarrollan cientos de proyectos de anime que, lejos de desprestigiar el espíritu profesional de CLAMP, refuerzan esa devoción hasta en el más mínimo detalle. No dejan el trabajo a otro animador que diga ser profesional, sino que organizan y coordinan con ellos todo el proceso de animación, logran que se superen y el producto resultante es lo que ofrecen a sus espectadores. Por no hablar de los artículos promocionales, cuyo diseño se cuida al máximo mientras que se procura mantener el precio lo más ajustado posible para plena satisfacción del coleccionista. Teniendo en cuenta esta noción de profesionalidad, me pregunto cuántos profesionales de verdad habrá en el sector del entretenimiento en Japón. Mejor dicho, me pregunto cuántos habrá en el mundo. Artistas que se desvivan de esa manera por sus fans solo hay uno, que yo sepa, y es CLAMP.
Permitidme un inciso para volver al inicio. Decía que CLAMP son las elegidas de la providencia. Y cada vez que sale un nuevo título, me reafirmo en esa idea. Su obra se renueva, se amplía, se eleva más aún. No se estancan, siempre vuelan más alto para ofrecernos nuevos horizontes. Como un fénix designado por los dioses.
En ocasiones, me evocan otra imagen: la obra de CLAMP es magia. Un encantamiento que nos trae fantasía, ilusión, que hace disfrutar a miles de lectores. Ellas saben usar esa magia a su antojo y con cada conjuro nos muestran un estallido de luz y color fascinante que, seguido de otro, y otro más, producen una explosión de fuegos de artificio maravillosa. Nosotros los lectores nos dejamos hechizar por esa magia que inevitablemente nos aleja de la realidad o, por el contrario, nos da fuerzas para enfrentarnos a ella.
El poder de hacer felices a los lectores, ese es el toque mágico de CLAMP.
Los que las conocemos tenemos el privilegio de vivir bajo el encantamiento de esa magia extravagante, dulce y sofisticada.
Por qué no impregnamos, hoy también, de ese toque mágico.
Descuidad. La magia de CLAMP es universal.
FIN